"Sólo hacen falta dos cosas para escribir: tener algo que decir, y decirlo." Oscar Wilde

martes, 20 de diciembre de 2016

Solsticio de invierno

Como cada año, el Sol en su recorrido, llega a este punto invernal, a su momento más oscuro, al solsticio de invierno, donde, en el hemisferio norte, se produce la noche más larga, o el día más corto, según se mire.


Este día del año, 21 de diciembre, desde un punto de vista simbólico, es uno de los más importantes, y casi todas las culturas de todas las épocas, rinden homenaje a este día tan señalado.

Solsticio de invierno

La palabra «solsticio» deriva del latín sol sistere, y significa «sol quieto», y en este día, el Sol alcanza el apogeo de su caída; caída que comienza en el solsticio de verano, justo cuando llega a su cenit; como todo… Todo lo que alcanza su apogeo, cae inmediatamente, al igual que todo lo que alcanza su mayor caída, renace, y remonta el vuelo.

Sí, en este punto, el Sol ya no puede caer más bajo, y permanece durante unos días estático, sin moverse, quieto (solsticio), en una incertidumbre… ¿Seguirá cayendo?, ¿se parará eternamente?, ¿remontará…? Sí, después de tres días, en el amanecer del 25 de diciembre, siempre remonta, siempre renace, siempre comienza a elevarse y a acortar las noches (o alargar los días), tímidamente al principio, como niño, pero con fuerza y firmeza a medida que acaba el invierno. Sí, a partir de ese día comienza a ganarle el pulso a la oscuridad hasta que llega a su apogeo (el solsticio de verano), donde empieza a perder el pulso y la oscuridad comienza de nuevo a ganarle terreno. Esto sucede siempre, cada año, en un ciclo perfecto de renovación del tiempo.


Este año 2016, he sentido en mis propias carnes este viaje del Sol. Comencé a caer en verano, cuando el Sol estaba más alto y luminoso; y no fue una caída progresiva, no, fue una caída vertiginosa, casi en vertical. Fui cayendo durante semanas y meses, pensando que quizá no había fondo, que me había precipitado a los abismos más profundos. Pero siempre hay fondo, y la velocidad que había alcanzado, velocidad terminal por cierto, ya que no podía descender más deprisa debido al rozamientos con el aire, me empezaba a dar vértigo. Creía que cuando tocase fondo, el golpe sería mortal de necesidad.

Toqué fondo… Un poco antes del solsticio de invierno… Algo no cuadraba… El golpe fue monumental y sentí crujir todos mis huesos, al igual que un resquebrajo en mi corazón. Esperaba una herida más profunda, o era que tal vez mi cuerpo ya se había acostumbrado a las heridas en combate… Entonces descubrí lo que sospechaba, que no había tocado fondo todavía… Había ido a parar a un falso suelo, que se resquebrajó bajo mis pies para volver a caer en otra caída vertical.

Guerrero herido

Hoy sí he tocado fondo, hoy, en el umbral del solsticio de invierno, a la sombra de la noche más larga. El golpe ha sido tan doloroso que apenas me ha dolido… Mi cuerpo se ha desintegrado. Pero he visto, como otras veces a lo largo de mi vida, al ave Fénix que hay en mí salir de mi interior para preparar un pira con los restos de mi yo inferior. Con una chispa, procedente de mi corazón, se incendiará y se quemará durante los próximos días, para, en un nuevo amanecer, renacer de nuevo, más fuerte, bello y sabio que antes.

Así, me despido del 2016 con alguna cicatriz imborrable, pero con alegría, fe, esperanza y amor... Y espero al 2017 con fuerza renovada y con éxito asegurado.

Feliz solsticio de invierno, y feliz navidad.

Aimar Rollán

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