"Sólo hacen falta dos cosas para escribir: tener algo que decir, y decirlo." Oscar Wilde

sábado, 23 de mayo de 2015

Las musas

Desde tiempos inmemoriales las musas han sido las diosas de la inspiración, buscadas y anheladas por todos los escritores y artistas. A veces aparecen, para gracia y dicha; otras en cambio, dejan estéril y en silencio la mente del autor.


Según la mitología griega había 9 musas, una para cada arte, o aspecto de un arte:

- Calíope (narrativa)
- Clío (historia)
- Erato (poesía amorosa)
- Euterpe (música)
- Melpómene (tragedia)
- Polimnia (retórica)
- Talía (comedia)
- Terpsícore (danza)
- Urania (astrología)

Las musas

Se representan simbólicamente con figuras femeninas, aunque también pueden ser «musos», si es una mujer la que trata de buscar la inspiración. El hombre busca el ánima (las imágenes arquetípicas de lo eterno femenino en su inconsciente), la mujer el ánimus (las imágenes arquetípicas de lo eterno masculino en su inconsciente).


Todas ellas moran en el monte Parnaso, en Grecia; aunque mas exactamente, moran en las «alturas» de la mente. A veces las musas «bajan» y nos susurran al oído, nos inspiran; otras, es nuestra conciencia la que «sube» para volver inspirada.

Hay mucho mito en la cultura popular sobre las musas, y muchos escritores han tratado de oír su sutil voz, o han declarado que sus mejores obras provenían de la inspiración producida por alguna musa.

Hay veces que pasamos por un desierto creativo, y nos pasamos días, semanas o incluso meses sin crear nada; acusamos entonces a la falta de inspiración o al abandono de las musas nuestra falta de creaciones.

Decía Picasso que «cuando la musa llegue, que me coja trabajando», por tal motivo no hay que estancarse ni dejar de crear, aun cuando nuestra mente parezca estéril.

Edison decía a su vez que «la creación es un 10% de inspiración y un 90% de transpiración (sudor)», el genial genio fue una muestra de trabajo altamente productivo e inspirado.

Para mí, las musas son un estado elevado de conciencia, una sublimación emocional que nos induce un estado mental elevado que nos permite captar pinceladas de las grandes Ideas. A la inspiración hay que invocarla y evocarla.

Invocarla llamándola, atrayéndola; y evocarla recordando un estado elevado; un estado emocional sublimado.

Monte Parnaso

El amor quizá sea lo que más eleva nuestra conciencia, lo que más nos inspira y lo que más nos acerca a las musas... Es más, la musa adopta el rostro del objeto de nuestro amor.

En un pasaje de El banquete de Platón, Agatón dice lo siguiente:

«Eros es el más bello y mejor de los dioses. Es el más joven y siempre es joven. Es delicado. Fija su morada en los corazones y en las almas. Es sutil. Es justo y templado. Es un poeta tan entendido que convierte en poeta al que quiere».

El enamoramiento produce, sí, estados elevados, pero si es excesivo, tampoco crearemos, pues nuestra mente estará llena del ser amado y solo habrá pensamientos para ello. Estará tan llena que no habrá lugar para nada más... Lo mismo sucede con la tristeza o con las emociones exacerbadas; llenaran nuestra mente y en lugar de catapultarnos hacia las alturas, nos mantendrán encadenados en las «bajuras».

La melancolía es otra de las emociones que en su justa medida puede afinar nuestro oído para escuchar a las musas. La melancolía, la bilis negra para los antiguos, nos pone en un tono sensible si logramos que no nos hunda en los infiernos.

No sé si alguien habrá podido escuchar a las musas lleno de ira, envidia, orgullo, vanidad o gula... Para mí sin duda son el amor y la melancolía las puertas de entrada al monte Parnaso, y trato de evocar esos estados cuando quiero inspirarme. Evocar, por si no ha quedado claro, es recordar y calarnos del estado emocional que sentimos al vivir aquel hecho que recordamos. No necesitamos estar enamorados o melancólicos, sino recordar cuando lo estuvimos e impregnarnos del estado emocional que teníamos cuando lo vivimos. Así, una musa puede tener un determinado rostro; o podemos escribir pensando en ese «alguien» que nos eleva o nos elevó.

La música, el lenguaje de las altas esferas, nos puede ayudar también a lograr un estado inspirado. Hay compositores cuya música posee tal cualidad, tal gracia. Siempre que escribo lo hago con los auriculares puestos, ya sea con música de Wagner, Mozart, o algún que otro genio contemporáneo cuya música resuene profundamente en mis interioridades.


Por cierto, ahora que acabo de escribir esto, me he dado cuenta de que «musa» y «música» son palabras casi iguales... Tal vez guarden alguna relación etimológica a la vez que de relación en su esencia.

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