"Sólo hacen falta dos cosas para escribir: tener algo que decir, y decirlo." Oscar Wilde

jueves, 11 de junio de 2015

Babel

Se dice que en la Torre de Babel, el ser humano comenzó a dejar de entenderse.

Se dice también que desde entonces las guerras y lo conflictos interpersonales no han cesado. Bueno, se dice y se ve.

Me pongo a pensar, a mirar en retrospectiva, y veo claramente que los problemas de comunicación han sido los que más conflicto me han generado, tanto en relaciones estrechas como en lejanas.

Torre de Babel


Las relaciones interpersonales son el caballo de batalla del ser humano; aquello que nos produce las mayores alegrías y las mayores tristezas. Lo que nos permite tales relaciones, es el logos, el lenguaje, tanto el verbal como el no verbal; y desde mi punto de vista, el verbal es el más importante, porque puede expresar con precisión aquello que pensamos y sentimos. Puede, pero en la gran mayoría de los casos, no nos entendemos, desgraciadamente.


A veces metemos la pata por acción, otras por omisión. Unas veces por decir demasiado, otras por decir demasiado poco. Las veces por decir lo que sentimos, o por silenciar nuestro corazón. Ora porque no entiendo tu pregunta, otrora porque no entiendes mi respuesta.


El mayor invento del ser humano es la palabra (hablada y escrita), es sin duda su mayor creación y lo que nos distingue de todos los demás animales. De hecho la palabra griega poiesis significa «creación». Toda creación es poesía.

A veces, o casi siempre (perdonad mi tono pesimista), como en Babel, las palabras se vuelven ininteligibles, los hombres dejan de entenderse, se insultan o se retiran la palabra. Cuando se retira la palabra, hay un cese de negociaciones, de comunicación verbal, y entonces, irremediablemente, llegan los garrotazos.

En fin, solo nos queda la esperanza de que Dios se apiade de nosotros y nos devuelva el Senzar (el supuesto lenguaje que se hablaba antes de Babel); ese lenguaje pleno, que con solo mirarnos a los ojos, a medias palabras, en susurros, nos haga entendernos perfectamente.

Como mucho me temo (sigo pesimista) que eso tardará demasiado en llegar, nos quedaremos con la palabra y su perfeccionamiento.


Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.
Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.


Blas de Otero
 
 

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