Hay una palabra griega poseedor de un significado muy interesante: se trata de acrasia, que significa “falta de dominio de sí mismo”.
¿Cuántas veces nos han asaltado nuestros demonios? ¿Cuántas veces hemos cedido al vicio y a aquellas inclinaciones que son perjudiciales para nosotros, aun sabiendo las posibles consecuencias? La acrasia, la “no fuerza”, el “no dominio de uno mismo”, he aquí a uno de nuestros mayores enemigos, junto con la procrastinación (postergar la acción), que, casualmente, comparte esa misma raíz griega.
Por eso, esto lleva a la falta de dominio, a la falta de disciplina y planificación, a postergar la acción y a dejarnos llevar… Esto es una autopista directa hacia la falta de éxito en cualquier área de nuestra vida, o hacia el fracaso, si así queréis mejor llamarlo.
La raíz de todas las debilidades de carácter y de todas las adicciones está en la acrasia; la raíz del fracaso también subyace en la acrasia, junto con las ruinas personales en las que se convierten muchas vidas debido a esa inclinación a la incontinencia y a ese cese de la virtud de la crasia –sin la a; en griego antiguo la a al principio de una palabra es una negación o su opuesto. En este caso, crasia es la virtud de la fuerza o el dominio de sí mismo.
Se cuenta la anécdota, para ilustrar este concepto, del genial escritor francés Victor Hugo, que tenía que acabar de escribir una novela en un plazo determinado a exigencias de su editor, pero este gran personaje era muy dado a salir a la calle, a socializar y a distraerse con otros menesteres –con la consecuente pérdida de tiempo y energía para escribir que ello supone–, así que, incapaz de vencer su acrasia de forma directa, optó por un medio indirecto para vencerla: metió toda su ropa en un armario que cerró con llave para así no poder salir a la calle. Y semidesnudo, acabó en las sucesivas semanas una de las que serían sus grandes novelas para la posteridad.
Yo personalmente he quitado de mi casa la televisión e Internet –grandes ladrones de tiempo y energía–, con la esperanza de así poder contener un poco mi acrasia y mi procrastinación para limpiar un poco mi vida de aquellos obstáculos que me impiden realizar aquello que tengo que realizar. Ahora detecto un nuevo enemigo en mi camino: la curiosidad vana… Pero de eso, ya hablaremos en otra historia.
Cada uno tiene que identificar su acrasia, su enemigo –o enemigos–, y tratar de vencerlos, pero buscando un medio indirecto, ya que casi nadie es lo suficientemente fuerte como para vencer a esos monstruos encarándolos frente a frente.
Aimar Rollán
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