"Sólo hacen falta dos cosas para escribir: tener algo que decir, y decirlo." Oscar Wilde

domingo, 16 de enero de 2022

La apología de Sócrates

Un excelente libro para iniciarse en la filosofía, y en la lectura de los clásicos, puede ser La apología de Sócrates, escrita por Platón, su discípulo. Es una de las pequeñas joyas apenas tiene 50 páginas en formato de bolsillo que no puede faltar en ninguna biblioteca, por su carácter histórico y por la sabiduría encerrada entre sus líneas.

Primera obra de Platón

‘Apología’ significa defensa, pero no una defensa cualquiera, sino aquella que implique la palabra (logos), ya sea de forma hablada o escrita. En este caso, Sócrates se defiende verbalmente ante sus acusadores, en el juicio celebrado en el año 399 antes de Cristo, donde 556 atenienses que formaban el jurado popular, debían deliberar sobre la suerte del célebre filósofo no tan célebre en su época.

“No sé, atenienses…” Así comienza el libro, y esa será la tónica de la filosofía de Sócrates, y la de la propia filosofía en sí: la de comenzar el camino desde el desconocimiento, que no desde la ignorancia. “Solo sé que no sé nada”, la mítica frase de Sócrates aparece aquí por primera vez reflejada. Veamos qué significa esto, pues es una de las bases de la filosofía, la de abordar toda cuestión sin prejuicios ni asentando la mente en bases ya prefijadas. "No saber", significa reconocer la limitación del conocimiento y a la vez la voluntad de investigar para llegar a saber algo más. Sócrates utilizaba dos métodos para llegar al conocimiento: la dialéctica (el diálogo de tú a tú con otras personas) y la mayéutica (la técnica de asistir en el parto de las ideas), mediante la interrogación, de tal forma que el conocimiento se iba revelando a través del diálogo.

 

Ser consciente de la propia ignorancia

es un gran paso hacia el saber.

Benjamin Disraeli

 

El ignorante afirma,

el sabio duda y reflexiona.

Asristóteles

 

Afirmar que se sabe lo que se sabe,

y que no se sabe lo que no se sabe…

Esa es la sabiduría.

Confucio

 

A pesar de su elocuente apología, o defensa, Sócrates fue condenado a muerte por asebeia (impiedad o irreverencia hacia los dioses de la ciudad) y por corromper a la juventud con sus ideas. En lugar de huir, como pudo haber hecho, afrontó su muerte con serenidad y tomó de su propia mano la copa que contenía la mortal cicuta. Tenía entonces 70 años. Corría el año 399 antes de nuestra era. Murió por sus ideas, como muchos otros harían después de él.

Este libro es un documento histórico, pero a la vez una genialidad de su autor, Platón, que estuvo presente  cuando sucedieron los hechos. El juicio no se grabó con un magnetófono ni con un taquígrafo mucho faltaba para el descubrimiento de dicha tecnología, y Platón redactó el libro varios años después, por lo que el discurso está idealizado y repensado por él, aunque se acepte que recurrió a la memoria. Es mitad socrático, mitad platónico. Es histórico, pero no un documento escrito por un historiador, sino por un filósofo; y no por un filósofo cualquiera… Esta es probablemente  la primera obra de Platón, de las que se engloban dentro de la categoría de las escritas en su juventud, que no por ello deja de ser menos sabia que las escritas en su madurez. Nos acerca como ningún otro diálogo a la figura de Sócrates.

Una vida sin examen (o reflexión), no merece la pena ser vivida”,  es otra de las inmortales frases que aparecen en este libro, y que marca el sello de la filosofía griega y de toda filosofía o medio de autoconocimiento que se precie. ¿Qué quiere decir esto? Libertad intelectual y afán de buscar la verdad. Uno no se convierte en filósofo por estudiar la carrera de Filosofía carrera que no existía en los tiempos de Platón; uno se convierte en filósofo cuando se convierte en librepensador, cuando tiene el arrojo y el valor de pensar por sí mismo, de afilar su razón y de dedicar unos minutos diarios al examen interior o a la reflexión filosófica.

 

Vivir sin filosofar es, propiamente,

tener los ojos cerrados sin tratar de abrirlos jamás.

René Descartes

 

Así, el “no saber” unido a la reflexión es el sello de la filosofía. El librepensar, el dudar, el cuestionar, el no dar valor a autoridades externas por el mero hecho de que sean autoridades, el pasar todo conocimiento por el filtro de la propia razón y el análisis, siempre dejando cierto lugar para la duda… Ese es el legado de Sócrates.

Filósofo condenado a muerte

Este mensaje no es viejo, es más, es necesario más que nunca hoy en día, ya que nuevos dioses se han apoderado de la polis (de la ciudad y del mundo). Dioses revestidos de autoridad científica, de certezas, de imposición intelectual y de restricciones de derechos y libertades. Dioses a los que no les gusta la filosofía, y mucho menos el que otros filosofen, cuestionen, duden y se salgan de los paradigmas establecidos. Dioses que no dudarán en llevar a aquel que ose pensar por sí mismo ante un tribunal, y si les es posible, porque las leyes de determinados países lo permitan, ejecutarlo en privado o en público, o por lo menos ridiculizarlo a los ojos del mundo para silenciar su voz.

Si eso os pasa, volved a leer este libro, y sabed que otros antes que vosotros ya pasaron por ahí, y que la muerte no es el final de todo; que no hay que tratar a toda costa de huir de la muerte, sino de huir del mal, que avanza mucho más rápido que la muerte esta última frase también podemos leerla en la apología, y escucharla de labios de Sócrates varios milenios después; tal es la magia de los libros.

 


Aimar Rollán

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